jueves, 29 de marzo de 2012

¿Cómo sabe alguien cuándo seguir y cuándo parar?

La verdadera fortaleza humana se aprecia cuando tienes que mostrar entereza delante de alguien a quien realmente quieres, te olvidas de tus miedos y tus neuras exhibiéndote de una pieza sin fisuras ni fugas de energía. Dejas a un lado tus sentimientos, te sitúas en el lado de la valentía mirando a los ojos con sinceridad y dices aquí estoy, para ti, no tengas miedo. La verdadera fortaleza, insisto, es más grande de lo que nadie en su sano juicio imaginaría, es lo que hace a un niño de 8 años acercarse a la cama de su madre para despedirse de ella y dejarla ir, a un hermano ingresar a su hermana en un centro especializado a pesar de sus resistencia, es lo que hace querer hasta que duela y luchar en una batalla que no es la tuya pero en la que alguien debe llegar sano y a salvo a la meta. Ahora es tiempo de mostrar sonrisas escondiendo lágrimas, de hacer un chiste en lugar de prefacio y de bendecir la vida obviando a la muerte, es hora de ser y de estar en tiempo presente.




Te prometo que te acompañaré, que lucharé por ti cuando te falten las fuerzas y que ya me ocuparé de mí mismo cuando tu no estés porque ya habrá momentos para coser el trapo roto de mi cuerpo ése cuerpo que va minando sus fuerzas por dentro pero que por fuera está intacto, entero, sin rasguños. Ya me salvaré cuando la tormenta pase, ya dejaré que alguien lama mis heridas y cure con emoción mis cicatrices. Ya maldeciré mi falta de razón, me encerraré en mi locura y entraré en bucle reviviendo lo pasado. Ya marcaré con tinta roja el calendario e inundaré de lágrimas mi almohada, gritaré en la cima de la montaña y desgarraré mis miedos uno a uno, me enfrentaré a los fantasmas y acabaré sobreviviendo, sobreviviéndote a ti porque se acabó mi lucha.

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