miércoles, 28 de diciembre de 2011

Perdí la cuenta de las veces que evoqué ese recuerdo, en el que me mirabas a medio camino entre el deseo y el odio queriéndome decir sin palabras que nunca te dejara marchar. Sonreías como si sólo existiese el presente, una habitación destartalada de adolescente con la música de REM adherida a cada centímetro de la pared, las persianas bajadas protegiéndonos de interrupciones indiscretas, esas sábanas como testigo de nuestra complicidad y un desorden permitido entre las prisas por habernos dejado amar. Te bajaste de la litera, emprendiste un camino con regreso a mis brazos, dispuesto a regalarme otro momento de felicidad mientras yo disfrutaba de tenerte lejos pero demasiado cerca, admiraba tu cuerpo, me quedaba prendada de cada palmo de tu piel y cerraba los ojos intentando convertir ese momento en eterno.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Constancia...

Aprovecho un momento, el silencio de la noche madrileña que coincide con el silencio de mi propio cerebro después de unos dias, semanas, meses... (perdí la cuenta) de intensa actividad mental, para sentarme a escribir aquello que se remueve en mis entrañas. No es nada del otro mundo es una pregunta que se me repite a menudo y a la cual aún no le he contrado una respuesta convincente ¿qué hace a una persona persistir en su esfuerzo por conseguir una meta? Son muchas las teorias que hablan de motivación, de necesidad, de sacrificio, de personalidad... pero quiénes de todos los que dieron forma a esas teorías se han parado a observar a la gente que realmente está luchando por sus sueños... Triatletas que entrenan al año más días de los que descansan, investigadores que apartan la mirada del microscopio sólo para alimentarse, personas en paro que llaman una y otra vez a todas las puertas que se encuentran por su camino, opositores que dejan a un lado su presente en busca de un futuro mejor... Estoy convencida de que todas estas personas tienen algo en común, algo que les mueve a no tirar la toalla, a luchar cada día como si no hubiese un mañana, a levantarse a diario y sonreír porque la vida tiene sentido cuando se tiene un objetivo y se pone alma y mucho corazón en intentarlo alcanzar.