miércoles, 28 de noviembre de 2012

Turbulencias


De nuevo te ves abrochándote el cinturón de seguridad en el avión con destino a Málaga,  de manera similar a tantas veces pero tan distinta a su vez. Mientras que recorre la pista de despegue acuden a tu mente una retahíla de pensamientos inconexos y una sensación amarga se apodera de tu estómago. Cuando las ruedas traseras quedan suspendidas en el aire una pregunta crucial aparece insistentemente, cómo no fuiste capaz de poner el punto y final o cómo esperaste tanto tiempo para tomar la decisión. La dichosa cuestión te taladra la cabeza, no te permite pensar con claridad y en ese lugar dónde el alma deja de serlo aparecen los sudores fríos y las manos se congelan. Hay turbulencias que se asemejan a los vaivenes de emociones que recorren todo tu ser, desde el punto más alto de la euforia por haberte sentido capaz hasta el vacío más grande que deja el haber acabado con todo. Unas risas de fondo en el avión te devuelven a la realidad, sacuden de golpe tus sentimientos y te aíslan durante unos minutos de tu mundo interior. El comandante avisa a la tripulación que está a punto de tomar tierra y es en ese instante cuando vuelve a aparecer un nudo en tu garganta que te atraganta la pregunta a medio camino de encontrar la respuesta. Cuando las ruedas tocan suelos y el aterrizaje pone su fin te sientes indefensa ante un camino antes conocido pero que ahora se antoja distinto pero no menos especial. Tras recoger tu equipaje de mano sales del avión por esos pasillos fríos e impersonales en los que las escaleras mecánicas resuenan al compás de las ruedas de las maletas con el roce del suelo. El abrazo de tu hermana a la salida te hace sentir a salvo por unos segundos hasta que las puertas automáticas se cierran justo detrás tuya. Atrás se quedan los reproches, la falta de entendimiento y la desazón en las horas de espera y desespero, el no sentirte parte ni respetada y el ceder y no encontrar respuesta alguna. En la calle te esperan los reencuentros, la felicidad de sentirte realizada, el sentirte mujer por encima de tus posibilidades, el dar un poco y el recibir el doble, el ser y el sentir en su máxima potencia. Caminas con la cabeza erguida derrotando a tus miedos, te ves a ti misma en el espejo del taxi que te lleva a casa siendo quien siempre quisiste ser pero nunca te atreviste a serlo. Lanzas tu culpa por la ventana, dejas que el aire malagueño te recuerde lo grande que eres. No hay duelo que no tenga fin ni pesar que no desaparezca, regálate  la oportunidad de quererte y convéncete a ti misma de que has sabido rectificar a tiempo. 

sábado, 24 de noviembre de 2012

Tú la música y yo la letra

Hay días en los que todo es RUIDO fuera de tu HABITACIÓN pero sé que intentas que la música EN CLAVE DE SOL te haga comprender que NADA ES INFINITO. Con las canciones sonando puedes imaginar un futuro viaje a NUEVA YORK la ciudad de la luz, en la que la gente a diario GRITA para sobrevivir y empezar a ser LIBRE. Mientras tanto por tu mente pasan 700 CARTAS sin destinatario e inconclusas en las que reivindicabas ser LA PRINCESA DE CUENTO que subida a sus tacones se sentía más mujer. ¡CUÁNTA DECEPCIÓN! sé que sientes al descubrir que parte de lo vivido no es real y que LA TREGUA que te empeñabas en dar no era más que RÉQUIEM, crónica de una muerte anunciada. También sé que hubo una época en la que te empeñaste en QUERER SER TÚ y que dejaste de creer en quien realmente eras. Has conseguido valorar que hay algo MÁGICO en el hecho de que una persona sea capaz de terminar la frase de otra y en que dos mentes procesen de manera similar, me consta que es de las pocas cosas que te hacen sentir A SALVO. Permítete ahora que puedes al menos 48 HORAS para hacer todas las locuras que nunca te atreviste a poner en práctica y cuando los días terminen y de tanto circular hayas perdido el rumbo pienses que TE TENGO A TI y mi imagen aparezca en tu retina. No olvides nunca que hay una VERDAD absoluta: a pesar de los días sin luz en los que vas A TIENTAS por la vida, la tormenta y los rayos desaparecen y siempre acaba saliendo el sol


miércoles, 21 de noviembre de 2012

Espadas mágicas que derrotan lo que no existe

Lo peor de encontrar una casa en la que todas las personas están en silencio es que los pensamientos se vuelven más audibles y esas voces traicioneras hacen eco con las paredes de cada habitación. Lo más desagradable es que cuando fuera está el mar en calma una ola interior es capaz de arrasar con toda la paz. Lo inesperado de un tiempo sin alboroto externo es que el vaivén de las dudas y los miedos deja las aguas internas removidas. 


No hay que esperar a que el mundo se pare para sosegarse por dentro, para retroceder a tiempos mejores o para darle la espalda a los recuerdos. Esos recuerdos son los que se empeñan en hacerse presentes justo a tiempo para que tengan voz. No hay que dejarse vencer por los fantasmas sino combatirlos con la espada mágica que derrota hasta lo que no existe. Los fantasmas son viejos enemigos del pasado que se creían vencidos pero que aparecen a la vuelta de la esquina. 

Hay que proponerse darle menos voto a los pensamientos o silenciarlos con música que sane el alma y se alíe con la paz interior. Hay que aterrizar con los ojos bien abiertos en el aquí y en el ahora, echar un vistazo a lo conseguido y dejarse invadir por esa melodía que hace que los recuerdos se volatilicen y que los fantasmas sin fuerzas vuelvan a esconderse debajo de la cama. Hay que plantarle cara a las emociones que suben y bajan sin control a base de golpes de realidad, de presente, de verdad. 

martes, 6 de noviembre de 2012

Tu revuelo es mi desorden.

A cuenta de una canción en una tarde lluviosa de otoño te ves en la tesitura de aparecer en mi vida como un fantasma que aún sigue vivo pues lo resucitas cuando te viene en gana, cuando necesitas saber quién eres. Te tomas la licencia, por propia voluntad, de desordenar mis pensamientos con un golpe de efecto que sólo tú sabes dar. Arremetes contra lo más hondo de mí, sacando a la luz un pasado compartido, haciendo patente un presente que desconozco y un futuro que te empeñaste en no trazarlo en paralelo, junto a mí. Destapas la caja de Pandora, remueves hasta las aguas más calmadas y pretendes que me quede en impasse que no responda con cariño, que no haga patente mi frustración por no tenerte y desearte aun sabiendo que ya no eres mío. 

Ve a otra con la historia interminable y déjame a mí el honor de poner el punto y final que estoy cansada de los punto y seguidos que sólo hacen alargar la agonía de no ver tu ropa arremolinada en mi armario. Ahórrate el esfuerzo de agitar mis sentimientos a tu antojo que yo me iré tan lejos de ti hasta que te sea imposible tenerme a mano. No hace falta que te empeñes en detener mi tiempo para que tú hagas y deshagas lo que quieras. No te enraíces de nuevo y no te enredes en mi día a día, deja un hueco libre para que entre el aire para que pueda respirar cuando tú no mires. 

Por favor, déjame que siga con mi vida, qué deje atrás lo sentido por muy alto que tocásemos el cielo juntos. Porque de tanto ir y venir y de tanto no querer que esto muera, se ha ido marchitando un trozo de mí y me has dejado seca. Que se me ha olvidado lo que es querer y que mucho menos le he permitido a nadie que me quiera: Que me quitaste el privilegio de entenderte y me cerraste la puerta del paraíso. Date media vuelta corazón cobarde y sigue con tu vida que orgullosa estoy de haber conseguido seguir viviendo la mía.  Porque ya no soy la que era, ni mi reflejo ni mi sombra, que ahora soy más fuerte y valiente y quiero tomar la iniciativa. Quiero elegir quién va a dejar sus zapatos debajo de mi cama, quién va a alumbrarme a media noche y quién va a arroparme cuando decaiga. Yo sola recordaré lo que es querer o, mejor, le daré la oportunidad a alguien de que me lo haga ver. Seré yo la que le permita traer el desayuno a la cama, despedirme con un beso y hacerme tan feliz que me den ganas de acabar el día entre sus brazos, sin miedos, con mimo, sin compasión y con pasión. 

sábado, 3 de noviembre de 2012

Alta tensión...

Te busco en una noche de recuerdos delante de una copa pero no estás bajo el mismo cielo. Tú me buscas en una tarde de lluvia en otoño y propones un café, una cerveza… un encuentro. Acepto, tiemblo, pienso de más, acudo… Me refugio en el paraguas, me protejo de ti, me besas en la cara. Hace frío y buscamos el abrigo de un bar de pueblo. Retomamos conversaciones atrasadas, nos ponemos al día de los días en la distancia. Me río de tus colores en las mejillas, te sonrojas si te pregunto por el tiempo pasado. Pasamos de una conversación a otra, de las soledades obligadas, a los amores de antaño, de un "no estoy preparado" a un "te deseo, aquí y ahora". "Mejor lo dejamos para otro día" propones de palabra pero tus ojos no están de acuerdo porque brillan, me miran de reojo y me buscan. Me acerco, me huyes. Tienes miedo, lo sé. Te reto a aguantarme la mirada y afirmas que eres capaz de hacerlo hasta sin pestañear, ¡qué valiente eres al sostenérmela!. Te ves poca cosa o demasiado para mí, en la incertidumbre de saber si somos mejores amantes ahora que antaño, si estos años de desencuentros forzosos y de amores a deshoras nos han hecho ser más pasionales o más racionales. "¿Por qué sí?" preguntas, "¿por qué no?" respondo a la velocidad del rayo mientras tú silencias la respuesta a cambio de miradas intensas. Me intentas besar en la mejilla cuando estoy girando la cara, me besas o me dejo besar, respondo, no te dejas, me frustro… Mi voz se entrecorta, me notas enfadada, oculto mi enfado con una sonrisa, te miro y hago como que no ha pasado nada. "¿Te apetece acompañarme?", me preguntas, "he quedado". Te llevo de vuelta a tu realidad mientras voy pensando en la mía. Me llamarás, lo dudo, responderé poniendo tierra de por medio delante de otro café compartido, a solas, los dos cada uno con sus miedos, posponiendo un deseo o sólo aumentándolo, o marchitando pasiones, quizás, por qué no…