lunes, 3 de junio de 2013

¡Maldita quimera!

Cúmulo de llamadas sin cesar reflejo de una preocupación compartida, que deja seco al cuerpo y húmeda al alma; un alma descosida y malherida que no tiene paragón. Anhelada rutina interrumpida por el revés del destino que hace preso a los cuerpos entre cuatro paredes cada vez más agobiantes. 
Remolino de emociones que se instalan en la boca del estómago, que convierten en inestable y lábil al más fuerte de los mortales. Sucesión de noche con el día que se fue y con el amanecer del día venidero, que provoca una desorientación temporal y acaba por detener el calendario. 
Lazada en la espalda de un abrazo roto que no encuentra consuelo ni comprensión, que se queda en la soledad de unos pasillos diáfanos frente a una puerta corrediza, que sólo da paso a unos afortunados dos veces al día. Revuelo de preguntas incompletas que taladran la cabeza a cada minuto que se hace eterno, en la espera de noticias que calmen la ansiedad. 
Absurda impulsividad que destroza el vuelo de una temprana ilusión, que desgasta el final aun en el principio y te deja sin argumentos convincentes para mover la ficha del ajedrez. Injustas palabras que se quiebran a medio camino de ser pronunciada y dejan hueca la garganta con un sabor a hiel que rebosa por la boca.

Maldita quimera arremetiendo a empujones contra el dolor, desgarrando el corazón y haciéndolo jirones de un plumazo.


Incoherente bombardeo en la cabeza, 
con una presión infernal en la base del cráneo 
que se remueve buscando la calma, 
calma que no encuentra y que acaba por despertarte, 
en el momento justo, para salvarte la vida.