jueves, 16 de mayo de 2013

Tiempo de descansar

Te observo sin poder mirarte, te siento sin ni siquiera tocarte y te busco sin encontrarte preguntándome qué ha ocurrido para que te esconda hasta de mí. Qué incidente del destino te dejó esa cicatriz en tu cara, qué consecuencia esperada por desafortunada decisión te ha dejado bloqueada, sin mecanismo ninguno de acción. Caminas por inercia, te dejas llevar por el viento y ni el aire entra en tus pulmones ni el sol dora tu piel, estás blanca y transparente, se ven hasta tus venas retraídas, asustada y llenas de miedo. Se deshace tu cabello ya sin volumen ni brillo y entre arrebato de ira y tristeza machacada te arrancas de tu cabeza hasta la piel. Te haces jirones tus vestiduras, desnudas tu piel pero no dejas que penetren en tu alma, no obedeces las normas, desafías al destino y te aburre el qué dirán. A portazos descargas tu ira, pones freno a la derrota encaminándote hacia la victoria. Aún sigue acechándote ese fantasma que por hacerse carne ha intentado destruir cada parte de tu esencia, cada poro de tu piel colándose con gritos, con desprecio y desplantes hasta borrar las letras de tu nombre, Luz. Estás apagada has dejado de brillar, ni el faro del estrecho, ni las rocas del edén consiguen despertarte de la pesadilla, quieres conseguir recuperar tu vida, dejar atrás las espinas de la flor, aceptar que lo marchito no florece que los sueños rotos nunca se harán realidad. Buscas consuelo con aromas intensos que llenan de humo cada resquicio de tu habitación y pones como timón de tus días la creatividad que de siempre te salva, que todo te da. Creas tu futuro a la vez que destruyes tu pasado, arrancando las hojas de un tiempo que ya se fue, pintas de colores intenso tu porvenir y te atreves a reinventarte uniendo las cuentas de tu propio collar, un collar que no ata solo desata y te deja libre, te da alas y te enseña cómo debes volar. Sabes que necesitas descansar de él, desaparecer para él, desconectar de él y dejarlo por imposible. Quieres avanzar a tu ritmo, delegar tus miedos, combatir tus miserias e ir recomponiendo cada palmo de tu ser. Lo conseguirás, no te rindas porque tu vida vale más que esos miles de cristales rotos.  
       

jueves, 9 de mayo de 2013

Cerrando puertas

Me recorre por el cuerpo una desagradable sensación, va dejando en el cuello su rastro en forma de músculo contraído que se agarra fuertemente a la piel buscando consuelo. Baja por la espalda recorriendo cada vértebra empujándola hacia adentro y aprisionándola para que no respire. Da un pequeño giro hacia la derecha bordea el ombligo y se cuela entre las tripas donde está el alma de la preocupación convertida en una especie de retortijón emocional. Desciende un poco y tensa cada una de las piernas impulsándolas a correr para deshacer los nudos y relajar el cuerpo al completo. Esa sensación es la que lanza la moneda al aire, para que justo cuando esté a punto de caer cierre los ojos deseando que salga la "cara a" pues la "cara b" me ha estado arrastrando hacia un pozo sin fondo en el que ya no queda más agua en la que nadar. Y con esa antigua sensación se ponen en marcha todos los sistemas de alarma y a modo de sentencia firme mi mente comienza a tomar decisiones que han estado siendo sopesadas meses atrás. Decisiones que encienden la luz haciendo que el foco deje de alumbrar hacia lo negativo y amplíe su campo de visión. Decisiones que permiten disfrutar de una nueva vida con mayores riquezas, dónde los valores no se suponen sino que se demuestran y dónde puedo crecer como persona porque me dejan el espacio necesario para hacerlo. Decisiones que cierran la puerta a personas que restan y dan la oportunidad de permanecer a los que de verdad suman, aprendiendo de lo vivido contemplando las dos versiones de la historia para intentar no volver a cometer los mismos errores, para no darle la licencia a nadie de que me haga dudar de mi misma. 
Definitivamente cruzo la puerta y otro lado respiro oliendo a mar, sustituyendo mis lágrimas por la sal de las olas. 
Cierro la puerta, por fin.