martes, 23 de febrero de 2010

Balances...

¿Cuál es el precio de vivir intensamente?, ¿qué sentido tiene dar el ciento por mil?, ¿por qué poner las metas altas?, ¿qué se gana con no conformarse con bajas expectativas?, ¿qué aporta aspirar a más cuando el resto se conforma con lo justo?. En resumen... ¿compensa ser esponja?
Esas y otras muchas más preguntas rondan por mi cabeza en los últimos meses, llevándome a cuestionar mi estilo de vida, mi forma de ver las cosas, mi sentido de la eficacia, mi calidad de vida, mi percepción de los logros, mi ansiedad y mi autoestima. El no dejar de pensar es lo que tiene, que me lleva a intentar buscar respuestas a por qué me comporto como me comporto o por qué pienso como pienso y, en definitiva, por qué soy como soy.
Todo lo anterior unido a un no querer dejar de aprender, a un intentar crecer como persona, a un afianzarme en aquello que creo y a superar aquello que no me aporta nada positivo. Unido al ritmo de vida cotidiano, a lo que nos viene dado y a lo que nos buscamos, unido al no parar que supone vivir, como decía antes, intensamente.
No sé hasta que punto compensa/compensará ser esponja en un mundo como este pero si una es como es no puede intentar ser de otra manera.

sábado, 6 de febrero de 2010

Una semana, siete dias... una eternidad

Necesito perderme por sus calles y que no me importe que pase el tiempo mientras miro el mapa; necesito olores distintos, distintos aires, distintos yo.
Necesito cerrar los ojos y atrapar para siempre cuantos momentos nos esperan al coger el avión; necesito desconectar, transformar y crear otro nosotras fuera del aquí y el ahora.
Necesito pasar frío y que aún así se me apetezca un helado a mitad de camino; necesito noches, dias enteros sólo para sentirme libre sin presiones internas ni externas
Necesito levantarme y acostarme con una sonrisa y la mochila cargada de cosas por descubrir; necesito irme, desaparecer y saber que al volver seguiré teniendo mi vida.

lunes, 1 de febrero de 2010

Lluvia

Hace ya unos años un buen colega me dijo que le encantaban los dias de lluvia por la sencilla razón de que podía llorar por la calle sin que nadie se diera cuenta... claro, sus lágrimas se fundirían con las gotas de agua y formarían un todo indiferenciado.
Ante un bloqueo emocional, por desgracia o de forma adaptativa, las lágrimas pueden quedarse dentro, sin querer salir del cuerpo porque fuera hace frío. Sin embargo, cuánta falta hace vaciarse de todo aquello que te impide avanzar, vaciarse de aquello que te ahoga por dentro, de aquello que te está matando sin que te des cuenta.
Muy a mi pensar, desacreditamos el poder curativo de las lágrimas, desacreditamos la fuerza que nos dejan cuando se marchan y ese calor en la piel que hace que el corazón lata más y más deprisa. Yo abogo por el llanto, pausado o a borbotones, lágrima a lágrima o en torrente porque cada gota sana el alma y deja espacio a nuevos sentimientos.