miércoles, 30 de octubre de 2013

DESENCADENADA

Acomodada en las nuevas formas de ver el mundo, de mirar desde cerca una utopía hecha realidad, transformando las necesidades en situaciones vividas. Experiencia.
Se diluye la ansiedad, se hacen trizas unas dudas ya resueltas a golpe de sentir y aparece un mar en calma reflejo de unas noches serenas sin titubeos ni borracheras emocionales. Madurez.
Pierde fuerza la angustia, se deshace el nudo en la garganta y se descubre una respiración pausada y tranquila. Sensibilidad.
Se acallan las voces impertinentes, se prioriza el silencio como modo de respuesta y se da rienda suelta a las sonrisas. Felicidad.
A ras del suelo se quedan los atardeceres sombríos y los amaneceres helados, no existe desconsuelo ni sinrazón tan solo sombras de cuerpos desnudos y pequeñas ráfagas de viento. Plenitud.
Se tira de la cuerda y se desvanece el telón, la obra de teatro tiene su protagonista que saluda pletórica y llena de fuerza interior, se arranca con la mano izquierda la máscara de la inseguridad al tiempo que la tira al suelo y la desintegra a pisotones. No hay rival, es ella misma en su máxima expresión, ningún atisbo de tiempos pasados. El público enmudece y suena de fondo el tintineo de una cadena, esa cadena que la tenía presa a la falta de respuestas, atada por no sentirse dueña de sí misma. Ofrece a las miradas expectantes uno a uno los eslabones desanudados, fríos y rotos. Libertad.