jueves, 24 de enero de 2013

Secando las lágrimas al sol

Caminaba con la cabeza agachada ocultando su mirar cansado de la lucha interna entre el bien y el mal, entre lo moral y lo inmoral, lo humano y fantasmagórico, entre actuar o dejar de hacer... entre seguir a toda costa o parar para sanar. Un alto sólo permitido para valientes que buscan y rebuscan, que se remueven aun sin querer, que no dejan de observarse aunque duela.

Tensaba los músculos de la cara, apretando y conteniendo para no aparentar debilidad, funcionando de escudo frente a las lanzas de fuego y a las frases dichas a medias o dejadas caer como si nada, como si no pesasen ni hiriesen. Una contención sólo acta para personas con entereza que ocultan de día al mundo y desmantelan de noche a la soledad.

Se derraban sus lágrimas a borbotones, presas de una falta de control sin límite ni tiempo, con furia y verdad, intentando alcanzar a comprender qué sucedía dentro para que por fuera supiesen a sal, amargas como las dudas sin resolver. Una falta de control sólo acta para quienes han querido controlar hasta las agujas del reloj, luchando contra el tiempo para no derrotarse a uno mismo. 

Se paraba a observar, se contenía y se abandonaba a la falta de control con subidas y bajadas, en las noches en vela y en las madrugadas en las que se mezclan los sueños con la realidad, el trabajo con la vida y los triunfos con las derrotas. Después de todo lo que había pasado, después de todo eso...había luz en su mirar, continuaba, erguía la cabeza, relajaba los músculos de su cuerpo y secaba sus lágrimas al sol. 

viernes, 11 de enero de 2013

Complejidad humana

Que traicionero e injusto es el miedo a veces, como se te cuela en las entrañas y te oprime el pecho hasta dejarte sin respiración. Ese miedo que se convierte en un arma arrojadiza contra tus pensamientos y uno a uno los desordena hasta que se pierde la coherencia, la razón. 
Que distancia tan abismal hay entre los "y si..." y la realidad y cuánto daño provoca el anticipar una catástrofe que nunca llegará a ocurrir, al menos no en la misma medida que es imaginada. Esos "y si" que te congelan el sentido común y te lo reducen al absurdo y hacen que dudes hasta de ti misma.
Que incoherencia y desazón hay en dejar que los "y si" conviertan esos miedos en monstruos tan grandes que sean incapaces de ser derruidos. Ese sinsentido que merma tus fuerzas y te deja sin perspectiva, sin armas con las que derrotar al fantasma. 
Con lo sencillo que sería reconocerse frágil aún teniendo la entereza suficiente para no darle validez a lo que no existe. Daría al traste con los pensamientos agolpados, despertaría al sentido común de su letargo y aumentaría la confianza en una misma.  
Con lo efectivo que sería reconocerse cobarde aún teniendo la valentía necesaria para encarcelar la realidad distorsionada. Conseguiría una visión nítida que acrecentaría las fuerzas, clarificaría la perspectiva y derrotaría uno a uno los fantasmas.