lunes, 22 de noviembre de 2010

Ronda, siempre distinta

Ronda, siempre distinta
Es como las mujeres hermosas y los trenes cuando pasan: nunca es indiferente, siempre nos parecerá distinta

Antonio García Barbeito
Día 22/08/2010 - 08.14h


Hay quien dice de ella que tiene dos cuarterones de Sevilla, uno de Cádiz y ninguno de Málaga. Yocreo que Ronda tiene suyos —y de nadie más— los cuatro cuarterones que la conforman. Ronda no necesita ni tener toque gaditano, ni parecido aire sevillano ni descendencia malagueña para ser lo que es: única. Ronda es como las mujeres hermosas y los trenes cuando pasan: nunca es indiferente, siempre nos parecerá distinta, la miremos desde donde la miremos, cuando la miremos. ¿Quién se atreve a situar a Ronda dentro de una luz determinada para decir que ésa es la luz que le sienta mejor? Si atardece, porque atardece; si amanece, porque amanece; si la miramos llena de sombras del día, porque la sombra; si la observamos desnuda bajo la luz total del mediodía, porque desnuda. Como las mujeres hermosas, que siempre tienen un perfil, un algo en el andar, una ropa o un aire que las renueva siempre que las miramos. Ahora he descubierto en Ronda —que siempre tiene algo por descubrir— el refinamiento de los baños árabes que tenía en el XIV. Dicen que Michelle Obama alucinaba en colores rondeños visitando la ciudad y estos baños, y más cuando bajó por la galería que da al lugar del tajo donde se bañaban las mujeres del harén. No es para menos. Ronda, sin moverse, sin enmendarse, ya tiene para que nos pasemos la vida rodeándola de miradas que vayan descubriéndole nuevos perfiles. Multiplicada en perfiles, siempre doy con la belleza, te mire como te mire. Y la conservación de la ciudad, el buen gusto al tratarla, al quererla, que Ronda pide, más que buen gobierno, buen gusto, mimo, como quien cuida un buen recuerdo y lo mejora cuanto más lo evoca. Limpia y abierta, señorial y sencilla. Ronda es lo más parecido a la hermosura humana. Carne de cal y piedra rodeada de la mirada de los cerros, de los valles, del cielo… Continuamente retocada por la perfeccionista gubia de los vientos, la quebrada del tajo no es en ella una arruga, es la boca o el sexo que nos acoge, maternal y amante a un tiempo, para abrazarnos en la sensación del vértigo. Ronda honda. Es imposible callejearla sin mirarla, sin ir dejándole todo lo nuestro, rendidos a su belleza, a sus impresionantes plazas —¿hay plaza comparable a la Plaza Duquesa de Parcent?—, a sus esquinas
donde el viento hace una labor de imaginero, a los patios que se abren pidiendo pinceles y música, a sus palacios, a sus barrios humildes y bellísimos… Miro a Ronda y siempre me parece estar mirando ese amor que no caduca junto al renovado asombro de la belleza.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Reescribiendo: "la ladrona de libros"

Allí estaba sentada en el filo de la cama, con la punta de los pies rozando el suelo, apoyaba su regazo en ese instrumento que la mantenía unida a la vida, el acordeón. Sus dedos esperaban ser apretados para entonar la melodía de la despedida pero estaban fijos, aterrados y encogidos de tal amarga soledad. La música era sorda, sólo podía oírse el respirar profundo y pausado tan amablemente compaginado con el sonido de su corazón que marcaba las notas de su vida, aquella que perdía el sentido por no tenerlo junto a ella. No, sí que estaba a su lado, entre sus entrañas, reencarnado en el acordeón, podía sentirlo cerca verlo sonreír mientras reinventaba canciones al compás del viento en el frío invierno. Su olor estaba impregnado en cada rincón de esa habitación, en cada parte del instrumento, podía reconocer su colonia aunque hubieran pasado semanas desde su partida. Apretaba imaginariamente sus manos contra las suyas por tener cernido su cuerpo y su alma a aquel viejo compañero que era el fiel reflejo de una historia pasada y el espejo de lo que serían sus dias a partir de entonces, un aferrarse a un objeto cualquiera aguantando la espera de verlo regresar, a ser posible con vida.

domingo, 7 de noviembre de 2010

"Es mejor escribir para uno mismo y no encontrar público,
que escribir para el público y no encontrarse uno mismo."
(Cyril Connolly)