miércoles, 14 de marzo de 2012

Derecho al pataleo

Buenas noches señores dirigentes de los partidos políticos,


Están muy cercas las elecciones de la comunidad andaluza y como mi voz vale un voto antes de ejercer mi derecho voy a expresar mi opinión y os voy a contar una historia, nada peculiar en los tiempos que corren, pero que refleja esa sociedad que quiere avanzar y no encuentra el camino. Sin más preámbulos allá va:


Somos un grupo de cinco amigas de 25 años con formaciones bien distintas, una abogada, una economista, una traductora, una trabajadora social y una psicóloga. Ideología variada, de izquierdas, de centro, de derecha, unas republicanas y otras monárquicas. Todas con un nivel medio de inglés, con conocimientos de informática (hemos nacido en la generación 2.0) y muchos cursos de formación que sólo sirven para alargar nuestros currículum y disminuir nuestras carteras. Algunas hemos estudiado con beca los años de carrera y otras sus familias se podían permitir ese desembolso económico. Cuando terminamos nuestra formación universitaria tomamos caminos distintos, voluntariado, prácticas, títulos de experto... y un par de nosotras llevamos dos años encerradas preparando oposiciones, oposiciones que no sabemos sin van a convocar en un panorama en el que se están planteando despedir a funcionarios (rumores o no, eso hace mella en nuestra fuerza de voluntad).


Si nos remontamos a nuestra época escolar nos llamaban la atención por alborotar la clase, porque nos sentíamos guerreras defendiendo nuestros derechos y posicionándonos del lado de las causas perdidas. El año que hicimos selectividad subieron, con respeto a años anteriores, las notas de corte de acceso a la universidad y una vez allí nos confesaron que éramos unas de las generaciones más brillantes académicamente hablando. Nuestras medias, más o menos altas, nos habían permitido soñar con un futuro en el que desempeñar con orgullo y tenacidad nuestra profesión, ser independientes, formar una familia, en definitiva realizar nuestras ilusiones.


Nos hemos dado de bruces con una realidad que se nos escapa de las manos, hemos tenido que volver a casa de nuestros padres, hemos alargado la lista del paro y nuestra rutina se basa en buscar empleos que nos permitan independizarnos aunque sea compartiendo piso con otras personas en nuestra misma situación. Ya no aspiramos a ser mileurista, como la generación que nos precede, sino a un sueldo de 400 euros a final de mes con el que empezar a sentirnos realizadas.


Tenemos ganas de trabajar, de emprender, de luchar, de llamar a muchas puertas, de hacer entrevistas de trabajo, queremos que llegue el día en el que no tengamos que plantearnos emigrar para trabajar en un parque temático de Francia, investigar en Holanda, aceptar empleos en Alemania... y poder quedarnos a vivir en un país, el nuestro que ha decidido de una vez por todas luchar por los suyos, darle la oportunidad a la generación más formada de la democracia.

Atentamente, una ciudadana española.

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