martes, 4 de diciembre de 2012

Palabras silenciadas


Acumulaba miradas de desprecio, noches en vela, carreras a contrareloj, unas ganas infinitas de colocar los puntos sobre las íes, de poner en su sitio a más de uno y de revelarse contra lo injusto que es no respetar los derechos de las personas. Guardaba para sí tensiones sin liberar, palabras silenciadas, miradas interceptadas que no llegaron a encontrar destinatario y frustraciones compartidas. Llevaba sobre sus espaldas vidas ajenas que se empeñaban en no cambiar pero que exigían la felicidad inmediata mientras absorbían su energía dejándola seca casi sin aliento para asumir sus particulares circunstancias. Rebuscaba en si misma algo que pudiese servir a los demás, que los sacase de su sombra y les devolviese la luz que hasta a ella le encontraba trabajo encontrar. Intentaba hallar la clave secreta para poder encadenar las piezas de unas vidas rotas a base de haberse hecho daño día sí y día también. Caminaba deprisa, no saboreaba la comida, miraba el reloj a cada instante, apuraba los minutos frente a una taza de café y se refugiaba en conversaciones que consiguiesen tranquilizarla, devolverle la paz que tanto ansiaba y de la que estaba comenzando a perder el rastro. Mientras más acumulaba, más guardaba y más se empeñaba en rebuscar, más deprisa pasaban los días, más hojas del calendario se iban a la basura. Y así, como por arte de magia, uno de los mejores años de su vida estaba llegando a su fin. 

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