miércoles, 9 de diciembre de 2009

Flores aumadas, flores quemadas, flores debastadas, flores pisoteadas... flores que se deshacen dejándo pétalos solitarios que no son nada por sí solos que pierden su belleza en solitario pero que guardan la esencia de aquello que fue y ya nunca más será. Siguen dejando un rastro invisible, un olor que está almacenado en nuestra memoria más íntima y emocional y que al inspirarlo llega hasta el alma, escoge un rinconcito y pide permiso para quedarse. El aire se lleva los pétalos desolados a otro confín, a otra frontera, a otro horizonte sin mañana.
¿Qué me queda? Su olor...

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