viernes, 18 de marzo de 2011

Ser periodista en el siglo XXI

Ataviada con la templanza que da la conciencia tranquila, engalanada con la belleza de una profesión que lleva por bandera, condenada a esconder parte de su cuerpo por respeto a otra religión y con el arma más poderosa del mundo, la palabra, acudió al encuentro dispuesta a obtener una verdad transparente y sin reservas o una opinión de alguien que dicta de ser lo que en occidente se entiende por buena persona. Cuánto más insistía en preguntar más en contra estaba su oponente, derrotado por la fuerza de aquella voz de mujer que mirándole a los ojos exigía respuestas. Como cuando un animal se ve enjaulado e intenta defenderse atacando, él intentaba salir del enredo devolviendo cuestiones subidas de tono y en las que atacaba a su contrincante y al país que ella representaba, remontándose a una historia pasada transgiversada a su manera y que impedía a la periodista hacer su trabajo. No se amilanó, no ocultó su rostro cuando era lo que se esperaba de ella, siguió adelante y completó una de las entrevistas más difíciles de su carrera.

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