martes, 13 de abril de 2010

Cada uno da lo que recibe y luego recibe lo que da

¡Cuánta verdad hay escondida detrás de las palabras de Jorge Drexler!
Una transformación de energía entre personas, un intercambio de emociones, un ir y venir de sentimientos, direcciones que se cruzan, pensamientos compartidos, un principio con un final parecido. Y es que todo aquello que nace de nosotros, ya sea bueno o malo, regresa a nosotros transformado en otra cosa pero guardando esa esencia natural que hace que lo reconozcamos como propio.
Un inicio cargado de nerviosismo, de inseguridad, de incertidumbre, de un no saber cómo comportarse y, sobre todo, de un querer darse al otro. Un final similar, con la agitación propia de la despedida, la falta de seguridad que crea lo incierto y, sobre todo, un querer recibir del otro lo que esté dispuesto a darte.
Un círculo que vuelve, una y otra vez y que alimenta el alma a base de pequeñas dosis de felicidad. La dicotomía del todo o nada no impide sino que provoca que en esa felicidad haya también un atisbo de tristeza, ¿a quién le gustan las despedidas? Emociones que se disparan en sentidos opuestos, que nacen del mismo sitio y vuelan por el aire, libres... por fin. Un saco lleno con cada cosa aprendida, vivida, sentida. Una maleta de recuerdos que estarán en la memoria hasta que seamos cenizas. Y una foto que refleja todo aquello que fue y que siempre será porque está dentro, muy dentro que ya casi no se puede tocar con los dedos.

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