domingo, 22 de noviembre de 2015

Me diluyo en mí

El humo arrastra mi pena y atrae otro mal. Las sábanas ocultan mi angustia. La cama es el refugio de mi soledad. Alejo las voces de aliento, inspiro la desazón y exhalo la amargura. 
Excesiva vida interior o falta de conexión con el mundo. Relojes fijos, rutinas exactas, pérdida de horas por dejar pasar el tiempo. Lo asumo, me retraigo aun más, no quiero vida sino es plena, no quiero libertad sino me tengo a mí. 
Cierro los ojos a ver si desapareces, te hablo a ti Don Problema, eres el capitán de mi barco a la deriva, has conseguido robarme el timón.
Pospongo las citas, desoigo consejos, claudico y me dejo llevar. Me freno, no puedo, no quiero, no me atrevo y si molesto, y si no es el momento, y si detrás de un no viene un sí y si ese sí es el definitivo.
Por doler me duelen hasta las entrañas, lo físico insiste en sobresalir así lo emocional permanece oculto. Me engaño, lo sé, sé que lo sabes, el vacío es tan grande que se hace visible. 
No quiero salir de mi caverna, los fantasmas ya se han acostumbrado a vivir conmigo. No quiero tentar a la suerte, me fío de quien me engaña y reniego de quien me abre puertas.
La salida del laberinto la veo difusa, la sensación es amarga y la esperanza ha quedado diluida entre la niebla. Los círculos se vuelven viciosos e impiden que el duelo llegue a su fin.

¿Quién ha hecho del fuerte un cobarde?
¿Quién le ha quitado la sonrisa a la felicidad?

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