jueves, 21 de abril de 2016

Cuánto duelen esos cristales rotos en las entrañas, que desagradable la sensación de sentirse incompleto después de todos estos años. En qué momento se desmoronó el castillo del aire, el futuro de dos, la sonrisa perfecta. 
Me encuentro deshecho, sin fuerzas para analizar lo ocurrido, con la certeza de que aposté todo y ahora me veo de manos atadas y frente despierta. A raudales, te he querido a raudales, por encima de mis posibilidades, quizás más que a mí mismo por eso he acabado por olvidarme de soñar. 
No quisiera deshacer los nudos de la memoria, arrasar con los recuerdos y mandarlos a la luna. Quiero que me quieras bien y me permitas avanzar a solas, hay que curar las heridas que aun supuran después de la madrugada desierta. 
No me gustaría que corrieras, que se te acelerara el pulso con alguien distinto a mí, no todavía, sana tu alma, conócete a ti misma sé a ciencia cierta de que vales mucho más de los que piensas. Me gustaría acariciar lo vivido, darle el valor que se merecen a esos años compartidos, sopesar las risas de madrugadas con los te quiero que se quedaron a medio camino.
No quisiera verte renunciar a tus sueños, a ese querer mejorar aun sabiendo que ya has triunfado, no es tiempo de espera es tiempo de seguir creciendo. Quiero que des forma a tus palabras, que ordenes el sinsentido que mora en tu cabeza, que asumas el retroceso a ese punto de inflexión que hace meses nos ataba a la rutina. 
No me gustaría quedarme anclado a tu mar de dudas, ni hacer del hoy una renuncia al mañana contigo, no puedo avanzar si me quedo suspendido en los puntos finales. Me gustaría acallar las voces, tomarme mi tiempo, ahorrarme las explicaciones y encontrar la calma en la almohada. 
Quiero creer que estamos haciendo lo correcto, siendo coherente con los latidos, batiendo las alas e iniciando el vuelo en solitario. Tal vez nos crucemos entre las nubes. 

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