miércoles, 13 de noviembre de 2013

Desnuda

La viste desnuda mucho antes de quitarle la ropa, desgranando su nostalgia en trozos de papel, refugiando sus miedos en bolas de cristal y escuchándola maldecir al tiempo. Quitaste una a una las capas de una piel desgastada de tanto dolor acumulado en años de autoreproches infligidos hasta que se quedó a oscuras en una habitación llena de espejos. Hiciste de su fragilidad una capa con la que cubrir su alma deshojada de historias a medio contar, dónde poder encontrar el calor que se había sudado en cada lágrima. 
Con mil capas de piel en el suelo y apilando los montones de nostalgias, la invitaste a saltar sobre ellas a golpe de canción, aplastando lo que hacía mucho tiempo que sobraba para machacar el recuerdo y poder empezar a a renacer. Asististe como invitada de honor a la renuncia a los fantasmas, a un volver a quererse sin presiones ni mandatos y le fuiste tendiendo ropa usada impregnada de aromas nuevos para que dejase por fin de estar en cuero. 
Y a cada paso que avanzaba, una prenda dejaba caer en el suelo, quería esta vez aparecer plenamente desnuda ante los espejos para contemplar su figura en tres dimensiones y disfrutar de su reflejo en tu mirada. Dos manos distintas fueron recogiendo uno a uno el desorden de la habitación sellando la puerta del cuarto a empujones para aislarse de un mundo y construir un refugio en el que la protagonista principal es la piel, de dos, desde el amanecer hasta el anochecer. 

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