Caen las ramas por el peso de las bellotas, amargo fruto que nace de sus entrañas. Árbol que se erige triunfador entre su especie.
El aire silva al rozar su tronco y deja una huella del tiempo vivido. Sabia que circula por su interior se desborda al ocaso, hace brillar el haz de sus hojas. La resina va cayendo hacia la base del tronco adheriéndose a él. Las raíces beben del agua de la lluvia y dan vida a la encina.
Descansa el alma a los pies de la encina mientras se arrollidan los fieles en la cueva al repique las campanas.
Las cenizas vuelan tan lejos que los halcones no se atreven a alcanzarlas, las dejan a la merced de su destino.
Arropada está su esencia frente a la ciudad soñada que al ocaso brilla aún más bella.
Las cenizas vuelan tan lejos que los halcones no se atreven a alcanzarlas, las dejan a la merced de su destino.
Arropada está su esencia frente a la ciudad soñada que al ocaso brilla aún más bella.
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