Desechaba sus frases célebres de
presencia efímera y tonalidades grises, convertidas en presa de la censura
autoimpuesta, hasta que acaban encerradas en historias incompletas sobre amores
esperados o pasiones pertrechadas. Mientras las oraciones malgastaban la gramática
y terminaban en significados ocultos sin descifrar.
Deshacía palabras encadenadas,
las volteaba a su antojo y las colocaba en paralelo esperando la conjunción de
las musas con su recién descubierta creatividad, hasta que desaparecían entre
sus dedos como misterios sin resolver o relaciones sin zanjar. Mientras los
mensajes viajaban en botellas y finalizaban a la deriva perdidos en alta mar.
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