No tuvimos tiempo, ni tu ni yo, ni nosotros... se deshicieron cada una de las piezas del reloj que daban el sonido a tu vida, cada una fue a parar a un rincón de la habitación que se quedó desolada reflejando en cada una de sus esquinas el dolor que no me atreví a mostrarle al mundo. Ese dolor que guardé en mis adentros sólo para mí, sólo para ti, sólo para nosotros; que supe sublimar y convertir en una maravillosa carta en la que derramaba una afirmación rotunda "fuiste el mejor, al menos para mí".
Sentirse sola es buscar a mi alrededor en los momentos importantes o en los pequeños instantes y no verte ahí, orgulloso, cabreado, riendo o llorando, estando... siendo... dejándome ser. Es descubrir por la calle un aroma familiar, girar la cabeza buscando tu mirada y encontrarse de frente con los ojos de un extraño. Sentirse sola es ver en las fotos el paso de los años y que a mi lado quede un hueco que debiera ocupar tu silueta.
Menos mal que me queda un refugio para los días en los que sólo me apetece huir. Ese refugio me acerca a ti, me hace creer que el cielo sigue estando en la tierra, que cada bellota que se cae al suelo es una lágrima que te ahorraste al irte sin más y que cada flor de la encina al nacer es la sonrisa que me echas cuando crees que estoy empezando a ser feliz. Un refugio en el que soy capaz de despotricar del reloj hecho pedazos y de la soledad y maldecir a viva voz sobre las encinas sin que nada ni nadie me lo impida.
... llegará el día en el que sepa vivir sin ti... en el que deje de sentirme incompleta...
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