Es verdad que no se acaba, que
todo vuelve transformado en viejas sensaciones en algo que resulta familiar
pero que a la vez es desconocido. No hay nada cómo mirarse al espejo, de frente
sin vacilar, para descubrir aquella eterna cicatriz que te conecta con el dolor
del pasado. La indiferencia con la que observabas tu sombra en los ojos de los
que tenías por compañeros de farra y que salieron huyendo cuando al lanzar la
moneda salió cruz. Porque el olor del desengaño es similar al que se siente
cuando se pone toda la piel en algo y se fracasa, uno se siente como si siempre
hubiese hecho las cosas mal como si nunca hubiese tenido tino ni a la suerte de
su lado. Retar a la vida con el único objetivo de ser feliz sin dejarse
derrotar por el hecho de nunca haberlo sido, por no haber tenido a la “sonrisa
siendo la dueña de tu rostro”. Sentirse con fuerza de volver a lanzar la moneda
y que esta vez el destino se alíe con la suerte y acabe saliendo cara… es hora
de seguir, aun hay motivos de peso para continuar…
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