En ese preciso instante, sintió como se le agarrotaban todos los músculos del cuerpo, como sus pupilas se quedaban fijas en un punto impreciso. Sus ojos se secaron de inmediato y se le clavaron quinientas agujas en la piel. Atónito e inmóvil observaba como una boca muda pronunciaba palabras sordas, no había nada que pudiese entender. Se había quedado anclado en esas seis letras cuya combinación auguraban un camino pedregoso parecido al infierno terrenal. Sus pies pesados se habían quedado adheridos al suelo y su sonrisa se congeló durante horas. Parálisis general de sus miembros, emociones congeladas muertas de miedo y el sentido de pertenencia al mundo perdido con sus sentimientos. Se le había olvidado hasta quien era y cuál era el motivo por el que había llegado hasta allí. Su cansancio generalizado cobraba aun más fuerza y se desplomó en aquella silla quien lo acunó como si fuera un niño asustado. Cuando pudo acertar a ver que aquella boca no articulaba palabra alguna, sabía que tenía que marcharse y hubiese dado su vida por una nueva oportunidad. Le daba órdenes mecánicas a su cuerpo que rechazaban ponerse en movimiento e iniciar la vuelta a casa. Todo su alrededor le olía a sangre seca y rememoró luchas pasadas que como fantasmas acudían a su encuentro. Esa fortaleza de la que tanto había presumido le engalanaba una nueva batalla, quizás la última o quizás la primera de una cadena de hazañas que le permitieran sentirse a salvo. No recuerda cómo ni cuándo acabó abandonándose a su suerte en aquella mirada, en otro cuerpo, en ese abrazo y esta vez sí, rompió a llorar desconsolado.
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Bien Alquimista bien. Un beso
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