Te despiertas un buen día y todos tus soportes vitales están hechos cenizas. No te queda nada a lo que agarrarte, tu corazón está atravesado por una lanza y supura desesperación a raudales.
Inmóvil y roto por dentro, miras de soslayo buscando un atisbo de esperanza que te conecte con otra realidad, la de los sueños. Esos sueños que se quedaron en el limbo, a medio camino de ser realizados, esperando ser rescatados del baúl de la ilusión.
Los pedazos de una relación ya acabada están esparcidos por la habitación, una larga batalla en nombre del amor ha sido abandonada. Abandonado, a tu suerte, a tu soledad, sin nadie con quien dormir abrazado al caer la noche.
Te sientes desorientado, tu norte ha decidido huir al sur, tu sur se ha hecho de hielo y ha emprendido su propio camino. En el este, el sol del amanecer ha dejado de brilla y al ocaso el Lorenzo del oeste no le ha dejado el hueco a Catalina.
Buscas como quien anhela un reencuentro. Lloras como quien ahoga sus penas en el río. Gritas como quien desconcertado corre a refugiarse de la lluvia.
Inútil y perdido intentado acetar la pérdida, su marcha sin ti, sin vosotros. Dejas de conjugar los verbos en primera persona del plural porque hasta el lenguaje acaba doliendo cuando se deja de ser dos.
en cada vaso de vino tiembla el lucero del alba
ResponderEliminar