Sacude de su mente ese constante echar de menos, se aprende de memoria el susurro de sus te quiero y amanece entre sueños de letras que le llevan a ella.
Rememora las curvas que separan sus almas, se estremece con las caricias que se instalan en el recuerdo y proyecta su deseo en sensaciones descritas.
Tropieza de lleno con el lento fluir del tiempo, se reafirma en sus ganas de tenerla a su lado y deshace sus pesadillas en trocitos de papel.
Visualiza de memoria su silueta de perfil, se imagina un futuro de ilusiones compartidas y acude cada noche al sonido familiar de su voz.
Padece con desvelo las peleas internas, se traslada a un punto de tiempo en común y accede con miedo al remolino de su insistencia.
Secuestra sus ganas de besos robados, se pasea de puntillas entre sus lunares y padece su desnudez teñida de miel.
Aprende que se pueden besar los párpados con suavidad,
que el brillo de los ojos nace desde el alma,
que el color varía al adentrarse en las emociones
que hay relaciones más efímeras que el pestañeo
y amores tan intensos como la profundidad de las pupilas
y acaba deduciendo de su mirada un lenguaje solo escrito para ella.
que el brillo de los ojos nace desde el alma,
que el color varía al adentrarse en las emociones
que hay relaciones más efímeras que el pestañeo
y amores tan intensos como la profundidad de las pupilas
y acaba deduciendo de su mirada un lenguaje solo escrito para ella.
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