Desde siempre me ha llamado la atención el mundo de los sueños, su significado, su implicación en el estado de ánimo, su fin y sus consecuencias. Porque dormir no es equiparable a descansar y muchas veces depende de lo movido que sean los propios sueños. Durante una semana... o al menos así de larga se me ha hecho, han aparecido fantasmas en el mundo de los vivos y algún vivo en el mundo de los muertos. Sufrimiento, desazón, dolor, indignación, incredulidad, falta de creencia y pérdida de fe... en definitiva MIEDO. Se cuela el día a día entre las sábanas, se entremezclan los sueños con los deseos, se anudan los sentimientos positivos con las emociones negativas y el resultado es CANSANCIO al día siguiente. El levantar ante el sonido del despertador y el intentar prolongar la estancia en la cama se convierte en obligatorio cuando la última imagen de la noche y la primera del día es, simplemente, desagradable. Así que, sin más dilación y sin duda alguna, la alarma suena diez minutos más tardes (o media hora) y una puede empezar el día con otro ánimo y por qué no, sonreirle al mundo de los vivos aunque sea con los fantasmas en la cabeza.
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